Escribes una fecha de entrega para tu próximo informe. Y trazas un plan. “Mañana empiezo”, te dices. Y de repente, no sabes cómo, ha llegado el día y no has empezado. Eso sí, por el camino has ordenado armarios, hablado con todas las amigas del colegio y visto todos los vídeos de YouTube y charlas TED del mundo, incluidas las de “cómo no procrastinar nunca más”… ¿Te suena?
Para tu asombro, “procrastinar no tiene que ver con gestionar mal el tiempo ni ser perezosa o vaga. Tiene que ver con una deficiente gestión de las emociones, de las que te va a producir enfrentarte a cualquier asunto que te pueda hacer sufrir en cualquiera de sus variantes”, explica la psicóloga y coach Natalia Lacalle.
¿Que debes entregar un trabajo que llevas tiempo preparando e ideando? Puede ser miedo a que no quede todo lo bien que deseas. ¿Que sabes que has de romper una relación a la que no le ves futuro aunque la persona en cuestión te guste? Puede ser temor a enfrentarte a la soledad, a la “pérdida” de esa persona que aprecias, a hacerle daño o a pasar un duelo que en esos momentos te resulta incómodo. ¿Que quieres colgar ese cuadro que compraste hace años? Te corroe la duda, porque mientras el proyecto es solo eso, un proyecto en tu mente, no hay riesgo, no pierdes nada. Pero ponerse a la acción te enfrenta a todos tus demonios, a tomar decisiones como el color y la forma del marco, ir a comprar los clavos, pedir prestado un martillo y elegir el lugar de la casa donde colocarlo. Vamos, un mundo. Incluso no leer un libro puede ser miedo a elegir uno solo dejando atrás a otros.